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Una mirada sobre la inclusión: DEL PREJUICIO AL DERECHO
Los avances tecnológicos, sociales y de la ciencia en general, envuelven todo el quehacer humano. Y por cierto han contribuido a generar nuevos paradigmas sobre la inclusión de personas con discapacidad. Hoy hacemos un breve recorrido por esta positiva evolución.
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Hace apenas un par de décadas, la palabra "discapacidad" solía ser sinónimo de limitación, dependencia o exclusión. Hoy, hablar de discapacidad es conversar sobre derechos, de participación activa y de una sociedad que avanza, aún con desafíos pendientes, hacia la equidad y la inclusión real.
En estos últimos 25 años, hemos sido testigos de un cambio profundo en la forma en que se entiende y se aborda la discapacidad, especialmente en relación con las personas con síndrome de Down. Desde los avances en salud hasta la inclusión educativa y social, el progreso ha sido significativo y esperanzador para miles de familias en Chile y el mundo.
De un enfoque médico a un enfoque de derechos. En los años 90, el síndrome de Down solía ser abordado principalmente desde una mirada médica. Las personas eran definidas por sus diagnósticos y las expectativas de desarrollo eran bajas. Pero gracias a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad ( ONU 2006) y a los movimientos de familias y organizaciones, se ha instalado un enfoque centrado en las capacidades, los apoyos necesarios y la plena participación en la vida social.
La discapacidad ya no se define solo por una condición biológica, sino por las barreras del entorno. Así la responsabilidad de generar inclusión dejó de recaer únicamente en la persona o su familia y comenzó a ser una tarea compartida por la sociedad.
Avances en salud: acompañar desde el nacimiento
En las últimas dos décadas, el seguimiento médico para personas con síndrome de Down ha mejorado. Hoy se cuenta con guías clínicas especializadas que abordan desde el control cardíaco en recién nacidos hasta programas de estimulación temprana que comienzan desde los primeros meses de vida. Además, se ha fortalecido el trabajo en red entre profesionales de la salud, familias y terapeutas, generando entornos más respetuosos, informados y colaborativos.
Educación inclusiva: de la integración a la inclusión. A fines del siglo pasado, muchos niños y niñas con síndrome de Down eran derivados a escuelas especiales, sin acceso a la educación regular. En la actualidad gracias al impulso de la educación inclusiva, cada vez más niños asisten a escuelas comunes, donde no solo aprenden, sino que también enseñan a otros a valorar y convivir con la diversidad como una realidad natural.
La inclusión escolar ha dejado de ser una excepción para transformarse, poco a poco, en una expectativa. Sin embargo, el reto sigue siendo garantizar apoyos adecuados, capacitación docente y comunidades educativas abiertas a aprender con y desde la diferencia.
Inclusión social: romper estereotipos y construir comunidad
Hace 25 años era impensado ver a una persona con síndrome de Down actuando en una película, trabajando en un banco o participando activamente en campañas públicas. La representación en medios, el activismo de jóvenes y adultos con síndrome de Down y el surgimiento de líderes y referentes con discapacidad han ido transformando el imaginario social.
La inclusión social no solo ocurre en el aula, sino también en los barrios, en los clubes deportivos, en los espacios de cultura y en el mundo laboral. Aunque aún queda camino por recorrer, cada paso abre nuevas posibilidades y derriba prejuicios que por años limitaron a tantas personas.
Una historia escrita en comunidad
Nada de esto habría sido posible sin el compromiso de miles de familias, profesionales, fundaciones y sobre todo, personas con síndrome de Down que han demostrado que las diferencias no son barreras, sino parte esencial de la riqueza humana.
En Fundación Excepcionales, celebramos estos 25 años de cambios, reconociendo el valor de cada paso y renovando nuestro compromiso con una sociedad donde cada niño y niña tenga la oportunidad de crecer, aprender y ser feliz, sin importar su condición.
Porque la inclusión no es un regalo: es un derecho. Y los derechos se ejercen cuando hay comunidades que acompañan.
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